viernes, 30 de octubre de 2009

Nieve

El timbre suena repetidas veces. Me despierta. Abro los ojos con pesadez, encontrándome en mi habitación, que se hallaba iluminada por un resplandor blanco puro, proveniente del gran ventanal que hay al lado de mi cama, y en un tranquilo silencio, interrumpido solamente por el suave y lejano sonar del timbre. Abro la ventana. “Tengo visita” pienso al salir al balcón rodeado por árboles de hojas blancas, para comprobar quién es. Me detengo al ver que algo cae del cielo. “¿Nieve?”. Alzo mi mano a la altura de mis ojos, observando detenidamente como los diminutos copos se posaban en mis dedos, y sintiendo el helor cuando permanecían ahí donde caían. Aparto la mano de mis ojos y, por un momento, la luz del exterior me ciega.

El timbre suena repetidas veces. Me despierta. Me incorporo agitada. Hace calor. “¿Como no me dado cuenta antes de que era un sueño?” me pregunto, mientras paseo la mirada por la habitación. El cuarto, para contrarrestar la apacible visión del sueño, se encontraba pobremente iluminado por la pequeña ventana de persianas bajadas, e inundada por el ruido de una obra cercana, una moto y el repetido y estridente sonar del timbre, que se hacía oír como si lo tuviera al lado. Alzo la mano a la altura de los ojos, mirándome ahí donde había sentido el hielo, ahí donde casi podía sentirlo aún. Rozo mis dedos, aún inmersa en mi sueño y me llevo una mano a la cabeza. “¿Como no me he dado cuenta de que era un sueño?” me repito. “¿Nieve? ¿En Murcia y en pleno verano?”. Cierro la ventana y me vuelvo a acostar, haciendo caso omiso del timbre.

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Chorradas que se me ocurren con muy pocas horas de sueño encima.

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